La Ley 14/2013 Ley de apoyo a los emprendedores y su internacionalización,en vigor desde septiembre de 2013, concede a los inversores extranjeros la oportunidad de residir en España. La obtención de dicho permiso es muy ventajosa para los ciudadanos que no sean de la Unión Europa, pues este permiso les permite moverse libremente por los países miembro de la Zona Schengen (durante 3 meses dentro de un periodo límite de 6 meses). Además, ofrece la posibilidad al cónyuge e hijos menores de edad o incapaces de obtener este mismo permiso.
La Ley prevé diferentes posibilidades de inversión para los extranjeros, entre las que destacamos la inversión inmobiliaria por el excelente momento que supone invertir en este sector en España. De hecho, actualmente en España una vivienda de cada seis es adquirida por un inversor extranjero.
La particularidad de este permiso de residencia es que, a diferencia de otros permisos, no exige una residencia en España por parte del inversor. Esto implica que los inversores extranjeros pueden efectuar una mera inversión, entendida como “segunda residencia” en un inmueble que podrá ser destinado al alquiler.
Ventajas del alquiler
El alquiler como fórmula de inversión presenta una doble ventaja: por un lado proporciona una renta regular al inversor, por otro, las perspectivas de futuro prevén una revalorización del valor del inmueble. Recordemos que, tras la explosión de la burbuja inmobiliaria ocurrida en España en 2006, los precios del sector inmobiliario descendieron notablemente, lo que está favoreciendo la inversión extranjera actual.
Paralelamente, este sector presenta actualmente un índice de rentabilidad propicio para el alquiler. Según el Banco de España la rentabilidad bruta de los arrendamientos se sitúa de media en el 4,6% y alcanza el 8 % en los barrios con mayor demanda de alquiler.
Ciudades como Madrid o Barcelona, con importante actividad turística, disponen de numerosos barrios donde el alquiler ofrece una alta rentabilidad y atraen a un número significativo de inversores extranjeros.
Hèléne Dagousset